lunes, 8 de abril de 2013

12. La hija del rey de las abejas




El día de tu muerte me hice una madriguera bajo tierra,
        en el hibernáculo sin luz
        donde duermen las abejas de rayas negras y doradas mientras pasa la ventisca
        como piedras hieráticas, y el suelo es duro.[1]

        Como una más de sus abejas, cuando murió su padre (su señor, su rey, su dios) Sylvia se hizo una habitación oscura bajo tierra. Aletargada, esperaba, para sacudirse el sopor y volver al mundo, ¿qué? No habría otra primavera. Su padre no iba a regresar.

        Tan goloso era Otto de pequeño que la búsqueda de miel silvestre lo llevó a observar la vida de las abejas, y a una apicultura rudimentaria y muy ingeniosa. Así se ganó, entre los chavales de su pueblo de la Polonia alemana, el sobrenombre de Bienenkönig (Rey de las abejas).[2]

Hizo profesión de su afición. Su tesis doctoral la tituló Los abejorros y sus costumbres. Más adelante escribió un tratado sobre “las sociedades de insectos”.[3] Sus alumnos lo retratan zumbador:

“Le hicimos una entrevista. ‘¿Cuál es su mayor interés?’ Él sonrió. ‘Las abejas,’ respondió. ‘Sí,’, insistimos nosotros, ‘pero ¿cuál es su mayor…ambición?’ Él sonrió. ‘Las abejas’, dijo. ‘Lo que queremos saber es…’ continuamos, explicándoselo pacientemente, ‘¿cuál es su pasión…su sueño?’ Él sonrió…fue a abrir la boca…Pero nosotros salimos pitando, acordándonos de Hamlet, cuando (…) le dice a Polonio, ‘Bzzzz’”[4]

Ted Hughes lo aumentó, llamándolo The Bee God, o sea, Dios de las abejas. Su Rey, su Señor. Era Maestro, en todos sus sentidos, de abejas.[5] Las estudiaba, andaba entre ellas, cuidaba, guardaba y castraba los panales.

Sylvia dijo a su padre, y lo que tuvo con él, desde aquel universo de abejas: en una villanela de 1956, en <<Electra en el camino de las azaleas>>, de 1959, y en <<La hija del apicultor>>, del mismo año.
       
Su temprana villanella (<<Lamento>>[6]) es una elegía a su padre, al cual describe soberbio y tremendo.

“Clamo al cielo, rabiosa, contra el hecho de que se llevaran a mi padre, a quien nunca he conocido; adoro con todas mis fuerzas hasta su mente, su corazón, su rostro, cuando era un chico de 17. Yo lo habría amado, y se ha ido…La villanella es para mi padre; y es la mejor de todas. Daría cualquier cosa por haberlo conocido.”[7]

 Otto Plath aparece como príncipe de las abejas (“caminaba envuelto en el sudario de un enjambre de alas”), pero son ellas las que se lo llevan.
       
En <<La hija del apicultor>>[8] (1959) Sylvia entra con su padre en el huerto melero. Otto Path ordeña los panales: “Hierático y con levita, maestro de las abejas, / te mueves entre las colmenas de numerosos pechos.”  Su hija se deja avasallar, masoquista: “Tengo el corazón bajo tu pie.”

Ve entonces a la abeja reina, y envidia su sitio: “He aquí una reina cuyo trono no puede reclamar ninguna madre.” “Padre, novio, en este huevo de pascua, / tocada con una guirnalda de rosas de azúcar / la abeja reina se casa con el invierno de tu año.” “Father, bridegroom...” “Padre, novio…” Sylvia hace a la abeja reina, y se escribe esposa de su padre, viejo, invernal. 

Sylvia se ha titulado “la Hija del Apicultor”, y esposa nueva del Rey de las Abejas. Y en su último verano quiso ser, como su padre, abejera, y tratar en colmenas.[9]
       
El día 7 de junio de 1962 Ted y ella asistieron a una reunión de apicultores de Devon, en casa de Charlie Pollard. Los habían invitado, pues querían empezar una colmena. “Nos sentíamos nuevos y tímidos…” Charlie hizo que Sylvia se pusiera un sombrero de paja blanco, italiano, con un velo negro de nilón.

“Las abejas, zumbando, se detenían ante mi rostro. El velo parecía una alucinación. Había momentos en que no alcanzaba a distinguirlo. Entonces noté que entraba en trance, se me agarrotaron los huesos, me entró una angustia intolerable, y me aparté un poco, adonde pudiera verlo todo mejor. ‘¡Oh, espíritu de mi difunto padre, protégeme!, recé, arrogante.”[10]

El día siguiente ya tenían su colmena. Entre el 3 y el 9 de octubre Sylvia escribe una serie de poemas que titulan sus artes nuevas, y cuentan otras cosas… Son <<La reunión sobre las Abejas>>, <<La llegada del Panal>>, <<Aguijones>>, <<El enjambre>>, e <<Hibernación>>.
       
        Ted Hughes se dio cuenta tarde de que Sylvia buscaba a su padre en aquel hobby nuevo. Lo cuenta en <<El dios de las abejas>>[11]:

        Cuando quisiste abejas yo no podía imaginar
        que eso significaba que tu papá había salido del pozo.

        Yo limpié la vieja colmena, tú la pintaste,
        de blanco, con corazones y flores rojas, y azulejos.

        Así que pasaste a ser la abadesa
        de un convento de abejas.

        Pero cuando te vestiste de blanco,
        con tu velo, tus guantes, no adiviné la boda.

        (…)

        Tú y tu Papá ahí…

        (…)

        Vi que te había dado algo
        que luego se te llevó en medio de una nube de sonidos guturales…

        Sylvia es la sacerdotisa del culto de su padre, y la esposa sagrada del dios. Las abejas, celosas, se echaron encima de Ted, “vinieron – / fanáticas de su dios, el dios de las abejas, / sordas a tus súplicas, igual que las estrellas fijas / del fondo del pozo”. Sylvia se lo contó a su madre en una carta del 15 de junio de 1962[12], pero calla, o no supo, que los insectos obedecían “las órdenes (…) geométricas”, los “planes prusianos” de su padre, celoso. Que escriben el destino de Sylvia.


[1] <<Electra en el Camino de las Azaleas>> (<<Electra on Azalea Path>>), de 1959. Sylvia Plath, Collected Poems, pp. 116 – 117.
[2] Aurelia Schober Plath (ed.), Letters Home, pp. 8 – 9.
[3] Aurelia Schober Plath (ed.), Letters Home, p. 12.
[4] Entrevista con el Profesor Otto Plath. En el Anuario de la Universidad de Boston del año 1926. Fuente: Página Web de Paul Alexander: Rough Magic.
[5] “Pensé que si mi padre no hubiera muerto me habría enseñado todo lo que sabía sobre los insectos. Eran su especialidad en la universidad.” Lo dice Esther Greenwood, de su padre, la primera vez que visita su tumba. En Sylvia Plath, The Bell Jar, p. 175.
[6] “Lament”. Sylvia Plath, Collected Poems, pp. 315 – 316.
[7] Sylvia Plath, 8 – III – 1956. En The Journals, p. 230.
[8] “The Beekeeper’s Daughter”. Sylvia Plath, Collected Poems, p. 118.
[9] “Querida madre: ¡Bueno, ésta es la última carta que te escribo antes de tu llegada! (…) ¡Adivina qué! ¡Hoy nos hemos hecho apicultores!” Sylvia Plath, 15 – VI – 1962. En Letters Home, p. 457.
[10] Sylvia Plath, 7 – VI – 1962. En The Journals, pp. 656 – 658.
[11] “The Bee God”. Ted Hughes, Birthday Letters, pp. 150 – 152.
[12] Sylvia Plath, Letters Home, p. 457.

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